La manifestación en ciertos puntos de Bogotá dejó de serlo para convertirse en una batalla campal entre muchachos en las calles y policías vestidos con armaduras y escudos. Las aglomeraciones comienzan pacíficas, luego llega la policía a dispersar a los marchantes, el conflicto escala. Por un lado están los policías dotados con armas y armaduras; por el otro unas líneas de defensa que improvisan barricadas y escudos con lo que tienen a mano: vallas, sillas públicas y el apoyo de su barrio, son muchachos que usan los adoquines de las calzadas como armas contra los policías, porque no hay más. Las arengas dejan de ser un canto estructurado para resumirse en una sola consigna: “¡cerdos!”
El pasado miércoles la intervención de la fuerza pública se dio cuando vieron el CADE del Portal Américas destruido, los vidrios rotos, las rejas removidas del piso, las sillas de la entidad afuera y un intento de conflagración dentro del edificio. La gran masa no fue la que realizó estos actos, son unos pocos que escudados en la capucha destrozan el lugar, no se identifican, no se sabe quienes son y cuando se pregunta por su identidad, en lo único que están de acuerdo los policías y los manifestantes es que son ‘vándalos’. ‘Gente’ en tercera persona, ‘unos pocos’ dicen en los medios, pero nadie ha sido capaz de identificarlos.
La policía responde al montón con gases lacrimógenos, macanas y piedra. Las piedras no van en un solo sentido se sienten en los dos lados del frente. Si bien la manifestación está acompañada por miembros de la Cruz Roja, desde hace poco y como un símbolo de resistencia, un grupo de muchachos se organizaron para hacer una “misión médica”, hoy son más de 60.
El enfrentamiento en el Portal Américas, rebautizado como Portal Resistencia, no se ha acabado desde el inicio del paro, solo se ha suspendido. Esta noche, el 26 de mayo, no es la excepción. Mientras actúa la fuerza pública y la primera línea trata de hacerlos retroceder a punta de piedra, la misión médica corre amparada en un estandarte blanco atendiendo a quienes se retiran del frente víctimas de cualquier lesión.
El implemento más usado por esta misión médica es una botella con un atomizador que se vuelve protagonista cuando los gases reemplazan el aire frio de la noche, “nosotros mezclamos Bicarbonato con agua, generalmente tres cucharadas por cada litro, no es que el gas deje de hacer efecto es que con esto merma mucho”, dice uno de los muchachos.
Hace más de media hora que comenzó el despliegue de la fuerza pública y ya despejaron la avenida las Américas, han llevado a los manifestantes a replegarse en la diagonal 49 sur que todas las noches se convierte en un campo de batalla. La misión médica hasta el momento ha recuperado a varios jóvenes que no pueden más con el gas, y se desplaza con cautela pegada a las rejas y las paredes. En un momento la policía pasa con su esquema de cerca, los mira con recelo mientras los muchachos se aferran al estandarte aguardando la reacción. Un policía aprieta fuerte el rifle contra el pecho y pasa de largo, esta vez los muchachos pueden seguir tranquilos en el frente de batalla.

La tienda de campaña
¡Médico! Gritan desde la diagonal en donde se desarrolla el enfrentamiento, la misión sale a buscar y auxiliar al herido. Un joven de no mas de 25 años es transportado por 8 muchachos que van en tropel cargando la camilla. Una aturdidora, de esas que utiliza el Escuadrón Móvil Antidisturbios, le había pegado en la columna y lo había dejado tirado en medio de la manifestación.
Los miembros de la misión médica subieron al joven a una camilla y en medio de una densa nube de humo, que provoca arcadas incluso al más resistente de los hombres, sacaron al herido para llevarlo al puesto médico que desde hace 28 días se ubica en las noches en una esquina del parque Mundo en el barrio Chicalá.
El mismo parque que se hizo famoso días atrás en las redes sociales con un video. En la grabación uno de los miembros de la misión médica atiende a un herido, ante el embate de la fuerza pública retrocede y una aturdidora le pasa muy cerca del pie. Cuando se pregunta por el protagonista de la agresión no hay rastro, todos son voluntarios, todos se cuidan entre todos pero ninguno se identifica para garantizar la seguridad de los miembros del cuerpo de salud improvisado.
El médico de turno, un joven que está a pocos días de hacer sus prácticas en un hospital rural, le pregunta a los demás la condición del herido y hace las pruebas reglamentarias. En un hospital cualquiera, y no en una carpa en la retaguardia de guerra, él sería el médico jefe mientras que los auxiliares vendrían siendo los internos. “La atención es básica, se estabiliza al paciente se le brindan los primeros auxilios y después, dependiendo de la gravedad, se le remite a un centro de salud”, dice uno de los muchachos que atiende la misión médica.
La carpa de atención tiene jeringas, suero, gasas, una colchoneta y mucha agua con bicarbonato para aquellos que hastiados de la nube de gas buscan un poco de aire puro. Los heridos que se atienden son muchachos que llegan generalmente impactados por un ‘arma no letal’, con quemaduras leves, ahogados o desvanecidos por el gas, contusiones en manos y piernas y los casos más graves con pérdidas oculares y cortadas profundas. Solo en la noche del miércoles los grupos de misión médica prestaron sus servicios a más de 40 personas que resultaron afectadas.
Mientras tanto, en el lugar de la manifestación, una señora pasa a la parte de atrás del tropel ahogada, los ojos rojos y dando arcadas muy cerca al pavimento, no puede más con el cuerpo y cae en el parque. Los muchachos de la misión la atienden le dicen que respire, le echan agua con bicarbonato, le echan leche en spray en los ojos y la boca y buscan sacarla de la confrontación. Unos metros más adelante la víctima se recupera, se levanta, toma aire, le da un parte de tranquilidad a su grupo y vuelve a hacer parte de la masa. Era una mamá de la “primera línea”.
Los protagonistas
Las brigadas que salen en busca de heridos, justo donde está el tropel, están conformadas, mínimo, por dos auxiliares y un especialista, es decir, dos muchachos que prestan su fuerza para cargar a los heridos, en caso de que se necesite, y uno que realmente está preparado para estas situaciones. En la base de operaciones, la carpa, están los más estudiados que son los encargados de atender los traumatismos más graves.
Es por eso, porque es necesaria también la fuerza para meterse en la pelea a sacar a los heridos, que hay músicos, arquitectos, ingenieros, muchachos que no tuvieron la posibilidad de estudiar, gente del barrio, metidos como voluntarios en esta misión médica.
“Estuve en el Ejército porque me tocó prestar el servicio militar obligatorio, que no debería existir, a mí prácticamente me secuestró el Ejército: iba de viaje, me bajaron del carro y como no tenía libreta tocó prestar servicio. Estando allá uno se da cuenta de muchas cosas que no tienen razón de ser, lo que agradezco es la capacitación en primeros auxilios, de movimiento en combate para salvar vidas, y la capacitación en DDHH cosa que ellos mismos no están respetando”, dice uno de los muchachos que anda con un casco azul marcado con el RH y el logo de la estrella de vida usada como símbolo universal relacionado con la atención de emergencias médicas.
Continúa diciendo que fue enfermero militar, “durante mi estadía en el Ejército aprendí enfermería, años antes fui rescatista. Por eso en esta situación vamos al frente, recuperamos al paciente, miramos si es necesario un primer auxilio en el punto o si lo podemos atender de una vez, si es una herida superficial es decisión del paciente si vuelve a la pelea o si se va”.
Otro de los muchachos que carga una gran bata azul detrás de gafas de construcción sostiene que vive lejos, en Chapinero, y que sus padres son profesores de una universidad pública “desde pequeño he tenido relación con la protesta, a mi no me gusta tirar piedra, pero si alguien quiere hacerlo es fundamental protegerle el derecho a la vida y a la integridad física. Mis familiares no están de acuerdo que yo venga, porque me expongo, pero esta es mi manera de decir que no es justo que quienes tenemos más posibilidades cuando se acaba la manifestación, vayamos para la casita sabiendo que tenemos la vida resuelta; mientras que otros siguen resistiendo y defendiendo lo que ellos creen correcto. No podemos darles la espalda porque ellos hacen parte del mismo país de nosotros”.
En una esquina y alejado de las luces está otro miembro de la misión médica, se quita la máscara de gas para fumarse el tercer cigarrillo de la noche. Asegura que es estudiante de medicina de una universidad privada. Pese a que vive casi al otro lado de la ciudad viene porque ha visto los excesos que se cometen en las protestas y la cantidad de heridos “es una salvajada, no podemos permitir que nos sigan matando”.
Vestida con un casco negro y botas de colores otro miembro de la misión sostiene que “al tercer día que vine aquí a un muchacho le pegó una granada de gas en el pecho, le dio un shock cardiogénico y entró en paro tres veces, tiene 21 años se llama Diego, murió 10 segundos y lo alcanzamos a salvar”. La mayoría de historias de los muchachos se relacionan con ojos salidos y con impactos de bolas de vidrio, la Policía no se ha manifestado al respecto pero los miembros de la misión médica insisten en que en la protesta hay uso de armas no convencionales por parte del Esmad.
Mientras se pone su ajuar con una maleta llena de agua, solución salina, gasas, bicarbonato, vendas y unas tijeras de trauma, uno de los muchachos sostiene que está estudiando medicina y “aquí me di cuenta que en terreno aprendo más que en clases. Es mi pasión y aquí estoy todos los días de 4 de la tarde a 4 de la mañana ayudando. Nuestro aliciente es salvar vidas no importa el que sea”.

Las autoridades
Pese a que los muchachos se hacen llamar misión médica no hay una institución que los respalde y las autoridades los miran con desconfianza y recelo. El pasado 21 de mayo la Secretaría de Salud publicó la circular 028 en la que indica que se debe respetar el emblema de la misión médica por parte de las autoridades pero solo las “instituciones prestadoras de servicios de salud, las secretarías de salud departamentales o distritales expedirán un acto administrativo que certifique el uso del emblema de la misión médica para o cual los interesados deberán allegar el formato de solicitud debidamente diligenciado”.
De hecho, en un pronunciamiento el exalcalde encargado y secretario de Salud Alejandro Gómez sostuvo, que en Bogotá se ha intentado “desacreditar al cuerpo médico diciendo que llevan material bélico dentro de las ambulancias y luego se reemplazan con una red paralela de primeros auxilios con sitios de sutura que ya existen en algunos puntos de la ciudad y así permitir que se ataque a la Misión Médica de la ciudad de Bogotá”.
El funcionario también dijo que “se están duplicando los servicios asistenciales de los miembros de la protesta, hay unas ambulancias y unos sitios para prestar primeros auxilios que no pertenecen al sistema de salud de la ciudad por eso hay esas diferencias tan grandes en los reportes de lesionados porque no todos se pueden atender, ni traslada, ni llegan a los hospitales del distrito”.
Sin embargo, quienes protestan aseguran que “el estado no nos brinda las garantías de las ambulancias porque montamos a un muchacho a una ambulancia y termina desaparecido o en la URI. Nosotros optamos por mover influencias y acudir a ambulancias de amigos que son pagadas con los mismos fondos que recaudamos, las ambulancias no son gratis, el combustible, la labor de los paramédicos y demás, gracias a esa labor hemos podido salvar algunas vidas”.
Incluso sostienen que la misma Secretaría de Salud los estigmatiza porque dicen que ellos hacen suturas cuando su objetivo es prestar atención médica de primeros auxilios. Además, “entre las brigadas se acusan de mala praxis, lo que nosotros le decimos a los muchachos es: si usted siente que no lo puede hacer no lo haga. Incluso nos han llegado amenazas que nos quieren arrebatar el punto , aquí hasta el más mínimo vendaje debe ser puesto con cuidado”.
Al final de la noche las caras marcadas por las gafas y los ojos vidriosos por el gas que se alcanza a meter pese a la protección demuestran que esta no es una labor fácil, se necesita de el ímpetu juvenil de quienes protestan y la osadía de los médicos para meterse de lleno en la protesta no a agredir sino a salvar a quienes resulten heridos de cualquier lado.
Así como los manifestantes los miembros de la misión dicen que no se van hasta que todo se acabe o algo mejore, “estamos cansados y nuestra manera de manifestarnos es aquí somos profesionales de la salud sin empleo, sin garantías de trabajo o con sueldos muy bajos, con contratos laborales producto de la ley 100 que acabó con la estabilidad laboral del gremio. En Bogotá el pelao que se quiere educar ya no tiene la oportunidad es imposible que en una ciudad tan grande solo existan 3 universidades públicas, no hay salud no hay educación”.
Otros más arriesgados dicen la protesta se acaba cuando no haya corrupción, “a título personal pensaría que el paro se debe levantar cuando haya una reforma real en Colombia, cuando podamos tener una constituyente, cuando recibamos la renuncia del narcopresidente que tenemos y cuando encontremos al señor Uribe en la cárcel y pagando los homicidios que ha cometido. Pero esa no es mi decisión no lo promuevo, ese es solo mi punto de vista”.
Los muchachos que protestan son calificados por algunos como ingenuos pues una piedra no va a derribar la injusticia, ni va a cobrar venganza por los “compas muertos”, pero se necesita de mucha valentía para llevar 28 días sin que se desgasten las arengas y aún más para llevar la misma cantidad de tiempo tratando de salvar a quienes resultan heridos en lo que no se puede catalogar como un conflicto pero sí como una batalla campal.